jueves, 11 de marzo de 2010

El arte y la Vorágine

Nunca había conocido la Biblioteca Nacional a pesar de su cercanía con la universidad. Quedé impresionado, puesto que sentí que estaba desaprovechando un recurso muy valioso que tiene la ciudad. Si no hubiera sido por la exposición, jamás hubiera tenido la oportunidad de conocer y aprender sobre una exhibición tan importante como “LA VORÁGINE”. Al entrar, lo primero que pensé fue que los organizadores debieron dormir muy poco para poder establecer algo así. La exposición estaba bien organizada, decorada, y además se podía evidenciar que sería muy didáctica.

Una vez nos reunió el guía para hablarnos un poco de esta obra, me di cuenta que él se sentía orgulloso de poder estar ahí comunicándonos sus conocimientos sobre lo que veríamos a continuación. Comenzó hablando sobre quién era el autor José Eustasio Rivera, qué viajes había realizado y cuáles habían sido sus experiencias más importantes. Se notaba que había recorrido las páginas de este diario por lo menos unas tres o cuatro veces. Por eso sentía que el mismo José Eutasio estuviera transmitiéndonos sus sentimientos. Esto hizo que yo pudiera apreciar más lo que veía y disfrutar, por media hora, de un viaje plasmado en un viejo cuaderno con una hermosa letra cursiva.

A medida que iba caminando, nos explicaron que los curadores de la exposición, Carlos Páramo y Carlos Betancourt, quisieron que cuatro artistas se inspiraran en el libro para crear “las cuatro expresiones artísticas”, las cuales acompañarían los manuscritos de Rivera encontrados por su sobrino-nieto en un viejo baúl.

La primera era una especie de graffiti que a lo largo de varias paredes, en arabescos negros y en colores que iban del tranquilo amarillo al lúgubre negro, hacía alusión a la mortal vorágine. A este graffiti, lo acompañaban entre partes del primer, segundo y tercer fragmento de la obra. La segunda expresión era una especie de escultura creada por más de 50 ejemplares de la obra unidos entre sí por ganchos de los que usan las mujeres para el pelo y entrelazados en los palos que representan los árboles del caucho, los cuales son parte importante de los viajes de Rivera. En ellos DVD portátiles donde se proyectaban magníficos paisajes de nuestro país con las voces de fondo de actores y personajes famosos leyendo fragmentos de La Vorágine.

La tercera y cuarta expresión eran dos obras muy particulares. Una usaba naipes y dados haciendo referencia a una famosa frase de José Eustasio y la otra, mostraba en miniatura algunas posibles pertenencias del autor. Por ejemplo había una silla de madera construida con materiales y objetos alusivos a su viaje. Por último, aunque no haciendo parte de las 4 obras, pude apreciar un mapa en el piso que evidenciaba las rutas de los viajes del autor, el cual me llamó mucho la atención y me hizo entender mejor las rutas que el autor recorrió.

En resumidas cuentas, puedo asegurar que la experiencia me trajo solo cosas buenas. Además de poder entender el libro mejor y apreciar una manifestación de arte muy peculiar, tuve la oportunidad de conocer un lugar de mi ciudad que probablemente nunca hubiera visto. Y por lo tanto me parece primordial que el ministerio de cultura siga con estas iniciativas de valorar las obras literarias de nuestro país.


Por: Pedro Montoya

1 comentario:

  1. El tono de tu crónica es más personal que periodístico.

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